Como soy el profesor voy a tener que empezar yo escribiendo algo. Y voy a contar la breve historia de un profesor que se llamaba "Venancio". Venancio no sabía colocar las tildes en palabras como armonica, rubi, latex, algodon, esqueletico, atico, devuelvemelo, portatil, radar, afan... y muchas otras. Venancio tampoco era muy habilidoso a la hora de usar la "h" en palabras como ecatombe, coibido, auecar, aogado, ilandera... No se le daba bien expresarse correctamente y decía cosas como:
- Hoy endebe comer envidias voy a comer unas pocas de jodías tomatosas.
- Paice que va llover y caer algo de piedriza asin que ya sus podéis recoger los autos.
- Emilia, ¿ties asti en la cocina la perola carne u qué?
El profesor Venancio desgraciadamente tampoco lograba conjugar con acierto las formas verbales:
- Ayer vinieran los vecinos a pasar la tarde a casa.
- Emilia, he ponido los huevos en la nevera para que se enfrieren un tanto.
Con algunas palabras tenía el problema de que siempre le bailaban algunas letras y decía cosas como secacorchos, anredadera, cacuracha, malacotón, carezola, jieringuilla, tamburete... Otra confusión curiosa era que confundía las clases de palabras y decía que pálido, intrépido, fisgón, revoltoso, esbelto o feroz eran nombres; aseguraba que hamaca, grieta, axila, candelabro, taberna o zancos eran verbos; creía que susurraba, murmuró, derretía, investigará, zambullir o patalearía eran adjetivos; estaba convencido de que la, este, alguno, un, mí, nuestro, aquella, su o varios eran preposiciones; juraría que yo, vosotros, ella, tú, nosotras... eran preposiciones; y decía que a, bajo, con, de, desde, para, por, según... eran pronombres.
Venancio era profesor, sí, enseñaba a todos sus nietos, hijos y vecinos a cuidar a los animales, a cuidar el huerto, a trabajar el mimbre, a preparar los áperos, a afilar los cuchillos, a cortar la leña... La vida le había enseñado todo eso y se sentía "profesor".
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